“Hay que pasar de la indignación al compromiso” Primera Entrevista a Sonia Holguin, Presidenta de la CONGDEX

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La nueva responsable de la Coordinadora Extremeña de ONGD que agrupa a 46 entidades  de la región lamenta que «los mercados le ganen la partida a las personas»

Sonia Fernández Holguín Presidenta de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo de Extremadura

Sonia Fernández Holguín es una cooperante atípica. Licenciada en Matemáticas por la UEx, hace una década decidió guardar su título en un cajón para dedicar su vida a la educación para el desarrollo. Cooperante en Perú, Nicaragua y Uganda, desde hace años trabaja para Entreculturas, la ONG de los jesuitas. Esa experiencia le ha permitido palpar la pobreza, una vivencia que ha decidido poner al servicio de la coordinadora que agrupa a 46 ONG para el desarrollo presentes en Extremadura.

-¿Cuáles son sus orígenes?

-Por nacimiento, soy de Madrid, pero de crecer y sentirme soy de Extremadura, de Villanueva de la Serena. Estuve allí hasta que a los 18 años me vine a Badajoz a estudiar matemáticas. Me licencié, y me gustan las matemáticas, pero siempre me ha atraído todo lo que vincule educación y pobreza.

-No tienen mucho en común.

-Es cierto, pero yo llevo desde antes de los 18 metida en organizaciones. He hecho voluntariado en Cáritas con un proyecto de infancia en la barriada pacense de Las Moreras. También he intentado poner rostro a la pobreza de Badajoz yendo a los comedores sociales. Y cuando estuve trabajando en Madrid con la JEC (Juventud Estudiante Católica), me acerqué a la realidad de las personas sin hogar.

-Ahora trabaja para la ONG Entreculturas. ¿Cuál es su tarea?

-Entreculturas es una ONG de los jesuitas que entiende la educación como motor de cambio. Se dedica sobre todo a conseguir que la educación sea un bien para todos en el mundo, a hacer proyectos de acceso a la educación, de capacitación del profesorado, de educación especial. Y aquí en el norte, entiende que el mundo no va a cambiar si no cambiamos nuestra realidad, porque todos estamos interconectados.

-En su voluntariado, ¿cuál ha sido la experiencia más impactante?

-He tenido la suerte de visitar el Sur, y eso es lo que te cambia la vida. Yo he podido estar en Perú, Uganda y Nicaragua. Una cosa es ver las imágenes en televisión y en los libros, y otra ponerles nombre y rostro. Eso es lo que te duele de verdad, ver la injusticia en primera persona, ver que se pueden hacer cosas y que como ciudadano en este momento de Badajoz también podemos transformar la realidad si queremos que no haya miles de personas muriendo cada día.

-¿Cuesta vivir siendo consciente de que esa realidad existe?

-Es duro y a veces tenemos la tendencia natural de pensar que nosotros no podemos hacer nada porque la solución la tienen otros. Pero debemos ser conscientes de que todo lo que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos influye en cómo es este mundo: si nos duchamos o nos bañamos, si dejamos el grifo abierto, si apagamos la luz o no, qué consumimos, dónde tenemos nuestros dinero… Al final todo repercute. Es verdad que yo no voy a cambiar el mundo, pero si cada día se suma más gente que hace cositas, sí se pueden cambiar las cosas. Y luego, quién sabe, también hay en nuestra historia personajes que han hecho que esto cambie, como Ghandi, Teresa de Calcuta, Martin Luther King. También se necesita gente con más radicalidad.

-¿En qué momento está el sector de la cooperación?

-Los recortes de cooperación en España han sido de más del 70%. En Extremadura fue menor, el año pasado bajó el presupuesto algo más del 30% y este año, en principio, hay una pequeña subida, pero si en el histórico siempre se ha dicho que para que acabe la pobreza en el mundo hay que destinar el 0,7% del presupuesto, en Extremadura es ahora el 0,2%. Estamos muy lejos del objetivo de conseguir un mundo más justo. A eso hay que unir que el año pasado hubo un 50% más que no se ejecutó: si salieron casi 10 millones de presupuesto en Extremadura, de la parte destinada a las ONG de desarrollo se cayó casi el 50%.

-¿Están en crisis las ONG para el desarrollo?

-Hay ONG que han desaparecido, otras que se quedan sin personal y rebajan mucho la capacidad de hacer cosas… El tono es pesimista y también vemos que este momento hace que el trabajo con la ciudadanía sea más difícil, porque nos dedicamos a enfrentar pobres y pobres, lo cual es el peor que mal.

-¿A qué se refiere?

-Muchas personas piensan que con la que está cayendo en España no tiene sentido ayudar a los países más pobres. Incluso los políticos juegan con eso. Es verdad que aquí las cifras del paro son inmensas, a mí me duele eso como ciudadana, pero también es verdad que al otro lado del charco o a miles de kilómetros hablamos de emigrantes que no pueden ganarse la vida en su país y mueren al cruzar el desierto de Níger, por poner un ejemplo. Al final, comparamos un dolor de muelas con un cáncer, un dolor de muelas que duele mucho, pero que no se puede comparar. En el fondo, el problema es estructural, y el problema que está generando muerte en el sur y el que causa recortes en sanidad o en educación aquí es el mismo: un sistema que está enfermo y que hay que repensar.

-¿Han bajado también las donaciones privadas?

-Las ONG de desarrollo tienen la dificultad de que la gente por la que trabajamos está a miles de kilómetros de distancia afectiva. Aquí duele ver a una persona rebuscando en un contenedor, pero no se ve a quien vive en el sur. Sí que es más difícil la captación de fondos, pero también descubrimos que la ciudadanía en general, y en especial la extremeña, es muy solidaria. Por ahora no ha habido un repliegue de la ayuda, creo que ha habido más donaciones de personas particulares para desarrollo.

-¿Cuáles son los retos que se marca como presidenta?

-Es importante la dimensión de repolitización y de incidencia política, debemos ayudar a que la gente entienda que tiene una dimensión de denuncia política y social que tiene que ejercer. Se trata de influir en la política, porque nosotros solos no podemos hacerlo, necesitamos de muchos ciudadanos que influyan en esa lucha. Los ciudadanos tenemos mucho que decir, hay que animar a la gente a convertir la indignación en compromiso en las ONG, en compromiso en sus barrios, en compromiso cuando consumen, en compromiso en su estilo de vida… Pero que se pongan en movimiento, porque es la única forma de que este mundo vaya mejor.

-¿Hay políticos en esta línea?

-Yo pienso que hay de todo, pero es cierto que hay una sensación de que por ahora los mercados nos van ganando la partida, que le van ganando la partida a la apuesta por lo público, a las personas, y al final el dinero está en el centro y no el ser humano. O rompemos este sistema donde el dinero es más importante que las personas o al final pasa lo que está pasando, que muchas personas se quedan en la cuneta.

 

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