La solidaridad como valor de la democracia europea

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La ciudadanía tiene la sensación de vivir

en un casino global en el que se juega

con los bienes comunes y siempre gana

el poder financiero

 

Las políticas de austeridad aplicadas como única receta para hacer frente al déficit de los Estados están asfixiando a la ciudadanía. Millones de personas están sufriendo un enorme deterioro de sus derechos políticos, sociales, económicos y culturales; la desigualdad alcanza niveles escandalosos y el desenfrenado crecimiento económico consume los recursos presentes y futuros del planeta. La ciudadanía tiene la sensación de vivir en un casino global en el que se juega con los bienes comunes y siempre gana el poder financiero

Las cifras hablan por sí mismas: la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población más rica, mientras que la otra mitad queda repartida entre el 99% restante. Si miramos hacia Europa, el panorama también es desolador: en 2012, casi el 25% de la población europea se encontraba en situación de pobreza y exclusión. La pobreza y la desigualdad ya no son temas solamente de la ‘cooperación internacional’.

La cita con las urnas europeas el próximo 25 de mayo es una gran oportunidad para propiciar un giro de timón que ayude a revertir esta realidad reconduciendo a la UE a los valores que la vieron nacer. Si algo caracteriza al proyecto europeo originario es precisamente su compromiso internacionalista basado en la justicia social, los derechos humanos y la solidaridad. No por casualidad la UE es el mayor donante mundial de Ayuda Oficial al Desarrollo (un 50% de los fondos globales para el desarrollo provienen de Europa).

No podemos entender la casa común que es Europa sin situarla en la casa global que habitamos. Por eso, “La Europa que queremos”, es una Europa que sirve a las personas y al planeta, que asume su responsabilidad global y construye una democracia real. Una UE que coloca el desarrollo humano y sostenible como el centro de su acción y garantiza la coherencia de sus políticas.

Europa en el contexto global

Coincide que este tiempo en Nueva York se está debatiendo sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que sustituirán en breve a los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La llamada Agenda Post 2015, marcará las líneas de actuación global en la lucha contra la pobreza y la desigualdad para los próximos años. En este contexto y si realmente Europa tiene un firme compromiso en la promoción de la solidaridad y la justicia social, deberíamos ser conscientes del papel que queremos jugar en la hoja de ruta que se está construyendo. El voto de cada persona es un acto de poder y responsabilidad con el que podemos cambiar el mundo que nos rodea

Como ciudadanos y ciudadanas de Europa tenemos no sólo el derecho, sino también el deber de exigir una Europa que sitúe a las personas en el centro de sus políticas, que luche contra la desigualdad dentro y fuera de nuestras fronteras, especialmente las que se refieren a género, y que construya un mundo justo en el que se respeten los derechos humanos y los bienes comunes. En definitiva, una Europa que se guíe por sus verdaderos cimientos y no por las cuerdas que actualmente manejan los mercados.

La construcción de esa Europa como un actor mundial responsable pasa por destinar suficientes fondos a las políticas públicas sociales y a la política pública de cooperación; sin ellos poco puede realizarse. Pero pasa sobre todo por desafiar las relaciones de poder que rigen el casino global en el que parece haberse convertido el planeta. De nada sirve construir con una mano, junto a otras personas, mientras destruimos con la otra. La coherencia de políticas es esencial para promover el necesario giro en la trayectoria europea y mundial actual. Y pasa, ineludiblemente, por la justicia fiscal, por la transparencia en la gestión de lo público, por la participación ciudadana, la protección de los derechos humanos y el respeto del planeta y sus pueblos.

Sin solidaridad global no hay futuro posible. El 25 de mayo nos ofrece una nueva oportunidad para apostar por los valores radicales (de raíz) europeos; unos principios que pasan por “el fomento de la paz y la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y las desigualdades la protección de los derechos humanos y el desarrollo del Derecho Internacional”. Esta es la Europa que queremos, una Europa de cooperación.

Mercedes Ruiz-Giménez es la presidenta de la Coordinadora de ONGD España. Seamus Jefferson es director de la Coordinadora Europea de ONG para el Desarrollo

Publicación original : Planeta futuro de ELPAÍS

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