La Europa que queremos. Artículo de Mercedes Ruiz-Giménez, presidenta de la Coordinadora de ONGD

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Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina. Como en ocasiones anteriores, mientras la cuenta atrás avanza, parece que la desafección por el proyecto europeo vuelve a abrirse camino. En la última cita electoral tan sólo el 43% de la población se acercó a las urnas. Ante tales circunstancias, deberíamos preguntarnos qué es lo que hace que decidamos votar o no votar en unas elecciones que son tan determinantes para nuestro día a día. No podemos olvidar que el 80% de las leyes que rigen nuestra vida proviene del Parlamento Europeo.

La participación en las cuestiones públicas se fortalece cuando se cuenta con una importante cultura democrática. Un tipo de cultura que se aprende ejerciéndola. No hay otra opción. Se lleva a la práctica cuando exigimos colectivamente que quienes gestionan lo público lo hagan con transparencia y respetando los derechos humanos y los compromisos asumidos con la ciudadanía. Entre las distintas formas de ejercer esa cultura democrática, se encuentra el derecho al voto que debería verse fortalecido en momentos como los que vivimos.

Si algo está caracterizando el contexto actual -no sólo en España, sino en Europa y en todo el mundo-, es el incremento progresivo de la cultura política de las personas. Asistimos a un incremento de la cultura política de la ciudadanía que es directamente proporcional al recorte de derechos al que nos someten las políticas de austeridad.

Los valores fundacionales de la UE

En coherencia con esa creciente cultura democrática debemos preguntarnos cuál es la Europa que queremos y exigirla en las calles, en las redes sociales; pero sin duda, también en las urnas. Desde la Coordinadora de ONGD tenemos claro qué Europa queremos: una Europa cuyo centro sean las personas y sus derechos, una Europa que recupere sus valores fundacionales de los que nunca debería haberse alejado, una Europa que sea responsable y solidaria en el mundo global en el que vivimos.

Apostamos por la cultura de la solidaridad frente a la cultura del enriquecimiento económico sin límites. Demandamos una Europa que regrese a los principios que la vieron nacer: paz, justicia, solidaridad, desarrollo sostenible del planeta, protección de los derechos humanos y lucha contra la pobreza y las desigualdades, especialmente las de género. Como dicen las culturas indígenas, exigimos que el foco se centre no en vivir mejor sino en el buen vivir; o en palabras de los y las zapatistas que hace 20 años se levantaron contra un sistema profundamente injusto, “para todos, todo; para nosotros, nada”.

Cuando los sistemas democráticos recortan los derechos conquistados por la ciudadanía, la respuesta sólo puede ser más participación democrática y más cultura política colectiva. El próximo 25 de mayo, las urnas nos darán una nueva oportunidad para exigir una Europa de las personas y no de los mercados que se comprometa con la justicia social y la solidaridad dentro y fuera de sus fronteras.

*Artículo publicado originalmente en ElMundo.es

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